[Fanficc] Lo siento ( Continuación )

Y... tadá! La verdad es que no hay tantas actualizaciones como antes porque no nos alenta y nos llama el no tener casi firmas... peero, aquí ando con la continuación del fan ficc subido hace algún día.
Aviso: Si no leíste la primera parte, es mejor que no inicies esta. Para ver la primera parte ir aquí [FanFicc] Lo siento (8059)

Título: Lo siento
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Pairing: 8059 ( Yamamoto x Gokudera ) [Insinuación de D18 -demasiado leve- y RL]
Raiting: NC-13
Advertencia: Muerte de un personaje.
Disclaimer: Ninguno de los personajes aquí nombrados me pertenece, a escepción de los enemigos poco descritos.
Sinopsis: Yamamoto tiene unos planes que no ha contado a nadie, lo que no sabe es que estos se le torceran y acabara mal parado.
N/A: Normalmente en mis ficc's no solo nombro la pareja principal, aunque en este si me centré mas en el 8059 para no alargarme demasiado. Hay un momento en el que se corta el ficc para seguirlo en una parte de la trama mas adelantada, pero son datos explicados ya en la primera parte.

Lo siento, Takeshi

Nada mas salir de aquella base sus ojos se posaron sobre el ahora oscuro cielo, amenazante con descargar con toda furia una buena tormenta. Debía apresurarse si quería llegar antes de mojarse.

“- ¡Tsuna! - gritó sentado cerca del vicepresidente del comité disciplinario, Kusakabe.

- Aaah, Yamamoto. ¿No deberías haberte ido ya? - Sus pasos se detuvieron frente la puerta.

- Si, pero tenía un asunto que hablar con Hibari… así que antes de irme quería solventarlo, pero parece que llegó Dino de visita.

Todos sabían que ocurría cuando el décimo jefe Cavallone venía de Italia, y que cuando este estaba era mejor no buscar al guardián. Cansado de esperar decidió mejor retirarse, no tenía nada mas que hacer por ahora ahí.”

Tuvo que acelerar rápidamente el paso al notar la lluvia ya caer, por suerte había podido hacer la mitad del camino. Se detuvo bajo un balcón buscando socorrerse del agua, sin embargo su mirada recayó en una silueta conocida.

— ¿Lambo…?

Según tenía entendido el Bovino había vuelto a Italia para hablar con el jefe Bovino, quien estaba apunto de retirarse de su puesto por lo que todos imaginaban que Lambo no regresaría. Pero ahí estaba, tambaleante como si su cuerpo estuviera embriagado, su mirada perdida en la nada y una sonrisa que podría llegar a dar miedo.

— Reborn… - susurró el Bovino antes de caer arrodillado.

Yamamoto no pudo mas que reír de forma nerviosa y corrió a su lado para levantarle.

— Oye, Lambo. ¿Qué ha pasado esta vez? No deberías estar bajo la lluvia, podrías resfriar.

Sin soltarle, caminó de nuevo hacia debajo del balcón para refugiarse ambos de la lluvia. Lo sentó con cierto cuidado, realmente parecía estar en un estado demasiado decaído. No era la primera vez, ni la última, que se le podía ver así… como si su vida dependiera del hitman. Lambo se secó un par de lágrimas que brotaron, pero de poco le sirvió pues extendió ambas manos y con fuerza tomó al guardián de la lluvia de la camisa.

— ¡Maldito Reborn! ¡Lo mataré, juro que lo mataré! - gritó dejando un lado perdido para denotar la desesperación.

— Calma, calma… ¿Qué pasó? - disimuladamente observó la hora, no podía quedarse mucho rato.

— Ha-habíamos quedado y-y… Cuando… cuando entré él estaba desnudo en el comedor. Me sorprendí, pe-pero ¡no fue lo peor! ¡Escuché la voz de una mujer que le llamaba de forma juguetona!

Silencio, eso es lo único que hubo por breves segundos. Estaba mas que claro que el Bovino era un completo idiota, además de masoquista, si a sabiendas de que Reborn le hacía eso él regresaba.

- Es un egocéntrico que solo piensa en si mismo, nunca me verá mas que como un simple juguete desechable. Jeje, pero que tonto soy. - Sonriendo a duras penas nuevamente se secó las lágrimas. - Seguro que tienes cosas que hacer y yo aquí explicándote cosas que no debería. Me-mejor me voy.

Y tal como lo dijo se fue, empapándose sin cuidado y dejando un Yamamoto a cuadros. Ya le preguntaría otro día, hoy, justamente hoy, tenía otros planes y no podía llegar tarde.
Quizá no le estuviera esperando debido a la lluvia, pero eso no importaba… casi nunca aguardaba por su llegada aun sabiendo que iba a su encuentro todas las noches.

Había algo que no podía negar. Por muy mal que le hubiera ido el día, por mas que deseara sacar un lado agresivo existente en él pero poco demostrado, el solo echo de estar cinco minutos con el albino le hacía olvidar todos los males. No solo había sido un compañero de clases, no solo era un compañero de “trabajo”, ni mucho menos un compañero de juegos ocultos. No, Yamamoto Takeshi estaba enamorado hasta los huesos de Gokudera Hayato pesara a quien le pesara, y sabía que si ese iba a ser su último día lo iba a pasar junto a él.

Sus rápidos pasos consiguieron llegar pronto al bloque. Esperaba que al menos estuviera en casa pues no había avisado de su ida, pero con el temporal que caía dudaba que hubiera salido y tampoco estaría por el cuartel pues le habían dado día libre. Con una sonrisa de oreja a oreja se adentró y subió las escaleras para llegar al piso, se aproximó a la puerta de la vivienda y tras acomodar sus ropas medio mojadas tocó al timbre. Nadie respondió. Insistió esta vez tocando suavemente la puerta.

— ¡Gokudera! Por favor abre, aquí fuera hace frío.

Pudo escuchar escándalo en su interior, no entendía a que se debía por lo que curvó ligeramente el entrecejo. Al ver la expresión del otro relajó de nuevo el rostro.

— ¿Ah? ¿Viste un fantasma o que?

Esperaba por algún comentario como "muérete" o algo parecido cuando vio como la puerta se le cerraba de pleno a escasos centímetros.

— ¡Oe! ¡¿Gokudera?! He venido para hablar contigo, no me dejes fuera.


¿Había echo mal en ir ese día? Quizá los nervios por saber parte de lo que le esperaba le habían traicionado mal y ahora se estaba alejando de la escena, acababa de hacerle daño a la última persona a la que desearía hacerselo, motivo por el que ahora su rostro se mostraba furioso, decidido... una faceta que podría dar miedo al verla en él.

La luna estaba en todo lo alto, la lluvia seguía cayendo con toda su furia y las calles estaban demasiado desiertas a escepción de un único joven. Arrastraba su katana y cubría sus ojos con el poco flequillo que se pegaba a su frente. Estaba demasiado decidido y sabía lo equivocado. Pasó un buen rato antes esa silueta no se adentró al bosque, cruzándolo a toda prisa para adentrarse en territorio enemigo, donde sabía que estaría su objetivo.

— ¡Que te largues de una vez y no vuelvas! ¡Estoy cansado de que vengas aquí y solo busques sexo para que luego no me cuentes una mierda! ¡Largo!

Esa frase golpeó su mente de lleno, le había dolido aunque era cierto que a veces no le contara nada... pero solo era para no preocuparlo o no lastimarlo, aunque no sabía que así le hería mas.
En silencio se camufló bien entre los matorrales, no quería ser visto todavía, no al menos hasta que diera con su único objetivo. El lugar estaba bien vigilado, aunque los vigilantes se encontraban charlando entre ellos mientras se refugiaban como podían de la lluvia. Observó la hora, pronto su objetivo haría su aparición así que sin dudarlo desenfundó su katana y activó su caja Vongola.

— Bien, tengo que acabar esto pronto y regresar para hablar con Gokudera.

Carraspeó, en mitad de la frase su voz se quebró al recordar lo ocurrido en el departamento.

— ¿Solo busco sexo? - susurró inclinándose hasta rozar sus labios con los propios. - Está claro que nunca me aceptarás como algo mas que un compañero de trabajo.

Estaba cabreado, estaba demasiado cansado de esperar que Gokudera aceptara al fin sus sentimientos y además que siempre le soltara cosas que le dolían, aunque la mitad de las veces prefiriera reírse. Aquellas palabras fueron dichas con la única esperanza de que el albino lo mandara a callar y le dijera la verdad, mas al ver que eso no sería posible se incoporó y dio media vuelta para ir hacia la puerta.

— No quiero lastimarte mas de lo que acabo de hacer. Supongo que es un hasta siempre, ¿no?

No, sabía que no era un hasta siempre, que al día siguiente todo volvería a ser como siempre. Así era su amor, que por mas dolor que hubiera por medio todo se arreglaba ya fuera por parte de uno o del otro.


— "Shigure Souen Ryu" Sakamaku Ame - Nada mas ver próximo su contrincante salió de su escondite, no sin antes cerciorarse de que no habían mas vigilantes a su alrededor y alzó la katana formando así dos columnas de agua para protegerse a si mismo. - ... Scontro Di Rondine - Atacó sin pudor de forma fronal.

Para él, todo había salido bien pues como quien dice le había atacado por la espalda, sin opción a defenderse. Pero se equivocó. Al disiparse las columnas de agua no vio a nadie. Sorprendido observó a su alrededor, ¿acaso el deseo por vengarse había sido tan fuerte que había tenido una ilusión? Aplausos. Aplausos irónicos pudo escuchar desde su espalda. Al darse la vuelta pudo ver media famiglia enemiga rodeándole sin pudor.

— Bravo, excelentes habilidades. Habrías conseguido atacarme si no fuera porque te delataste tu solo... Yamamoto Takeshi.

— ...

— Es lo malo de la lluvia, esta forma barro y en el se dejan huellas. ¿No pensaste en eso? - Un joven de estatura media, cabello pelinegro y ojos del mismo color sonrió ladino. Su traje era formal, al igual que el suyo, por lo que podría predecir que no tenía intenciones de pelear. - ¿Acaso deseabas morir?

Los demás formaron un circlo alrededor de ambos, dejando así a Yamamoto completamente acorralado. Gruñó entre dientes, ese no iba a ser su fin sin pelear. Si hacía falta dejaría su último aliento, pero acabaría lo que había ido a hacer.

— ¡No te muevas! - gritó uno de los "soldados" al notar el movimiento disimulado de Yamamoto.

— Un movimiento en falso podría ser tu fin - pronunció otro.

— Chicos, chicos... no seamos mal educados con nuestro invitado, él es mío.

Y así, dejando a un lado las suposiciones de todos activó su caja consiguiendo así una katana envuelta en llamas del trueno. Takeshi respondió al gesto con una simple sonrisa de medio lado.
Era un ir y venir, ambos atacaban y defendían, buscando el eliminar al otro. El guardián de la lluvia estaba demasiado concentrado en su oponente, en esquivar todo ataque que pudiera dañarle que no la vio venir.

— ¡¿No dije que era mío?! ¡¿Quién ha sido?! - replicó el jefe enemigo al ver una flecha atravesandole el pecho al beisbolista.

Lentamente los gritos y réplicas se hicieron ecos en la mente del guardián. Cayó arrodillado, ese parecía ser su fin... y no había podido siquiera terminar. Al notar como la mirada empezaba a nublársele se incorporó con la ayuda de su katana y aprobechando la distracción del enemigo clavó esta desde su espalda atravesándole él el estomago.

— Nunca le des la espalda a tu enemigo - susurró con pocas fuerzas, el aliento se le cortaba y empezaba a sentir una enorme opresión en el pecho.

Sonrió de forma boba a pesar de todo, si había tenido una mínima esperanza de sobrevivir ante esa flecha toda se vio disuelta al ver como todo el ejercito enemigo se avalanzaba contra él, atacándolo con el único fin de regalarle la muerte.
Cayó de espaldas. Para él, la caída al suelo fue como caer lentamente por un agujero sin final, el suelo no parecía llegarle nunca. La lluvia parecía querer tranquilizar todo ese dolor que le recorría el cuepro por completo, mil cuchillas atravesando una y otra fin sin intención de parar hasta dejar todo su cuerpo marcado.

Las lágrimas brotaron disimulándose entre las gotas de lluvia.

No era todo ese dolor que amenazaba con hacerle perder la razón, dejarlo en shock ni nada parecido... solo el mero echo de saber que no iba a volver a verle nunca mas le partía el alma mucho mas de lo que pudieran hacer todas las cuchillas del mundo con su cuerpo; no verle sonreír aunque fuera por un elogio de Tsuna, no escuchar el "muérete" reemplazando el buenos días al despertar a su lado. Lo único que deseaba es que pudiera perdonarle por no regresar y no le odiara por cumplir su palabra... siendo un hasta siempre de verdad.

— Lo siento, Hayato - susurró en un último suspiro antes de caer en shock y perder toda noción del tiempo.

Y el corazón dio su último latido con fuerza.

A penas dos minutos después la lluvia se detuvo, dejando únicamente el estruendo. La tormenta había perdido su lluvia.

— ¡Aah, Kyôya! No me dejes con la última palabra en la boca.

Lejos de la zona donde todo había tenido lugar corría el joven décimo jefe Cavallone tras su amante por esa -al igual que muchas anteriores- noche, quien parecía que se había dado la fuga en busca de algo. Lo que nadie sabía es que podían encontrar lo no esperado.

— ¡Jefe, no corra! - Y tras él, su mas fiel compañero, quien no tardó en perder de vista al italiano. - Siempre igual... buscad por la zona, no puede haberse ido muy lejos. ¡Jefe, es hora de vol-

Sus palabras fueron cortadas al escuchar un grito aterrorizado. Todo el grupo Cavallone corrió hacia la zona de donde había venido el grito.

— ¿Juudaime?

— Esta mañana lo han encontrado unos hombres de Dino-san… Yamamoto ha muerto.


— ¡Maldito idiota! ¡¿Tenías que cumplir tu palabra, así, sin mas?! - un joven albino rompía en llanto frente una lápida en la que reposaba el nombre de la familia Yamamoto, deseando el patear la piedra con todas sus fuerzas.

— Calma, Gokudera-kun... - el décimo jefe Vongola, algo apartado, quería calmar lo que parecía ser una rabieta mas del guardian de la tormenta.

— Tsuna. - negó con la cabeza el décimo jefe Cavallone - Será mejor irnos por ahora.

— Estúpido, bastardo, idiota... ¡maldito friki! ¿Por qué tuviste que morir antes de escucharme? - preguntó mientras caía arrodillado al suelo y apoyó los puños, apretándolos con fuerza, en las rodillas - ¿Por qué...?

Todos creían, incluso él mismo, que durante la ceremonia se comportaría de forma neutral, furioso por haber dejado al décimo abandonado... pero la realidad fue otra. Ni siquiera pudo asistir a la ceremonia, se mantuvo escondido entre los árboles para dejar brotar con toda libertad su ira y pena. Su ira no era por haber dejado al décimo abandonado como todos creían de su parte, sino por haberle abandonado a él.

— Te-te... te amo - susurró sin esconder aquellas lágrimas que no dejaban de brotar - Lo siento, Takeshi.
 
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